Los peligros de la autoestima
Durante casi 30 años ha sido un hecho aceptado en la psicología que la baja autoestima era la causa de muchos problemas sociales y personales, especialmente entre los jóvenes.
De este modo, cuestiones como el embarazo adolescente, el suicidio, la delincuencia o el fracaso escolar eran vinculadas, en gran parte, a la baja autoestima.
Como consecuencia llegó a desarrollarse todo un movimiento orientado al establecimiento de una variedad de intervenciones clínicas y educativas, cuyo objetivo principal era elevar la autoestima de los diversos grupos en los que se focalizaba.
La hipótesis que sustentaba y sustenta aún este movimiento terapéutico es la suposición del poder causal de la autoestima como la forma más eficaz de mejorar la condición de diversos grupos considerados de riesgo a la hora de desarrollar problemas sociales y psicológicos.
El falso poder causal de la autoestima
Los estudios sociales y clínicos parecían sugerir que este vínculo era permanente, y miles de libros populares en la tradición de autoayuda han respaldado este mensaje. Sin embargo en los últimos años los psicólogos sociales han cuestionado muchos de estos supuestos.
El primer reto vino de Emler (2005) que hizo una evaluación cuidadosa y crítica de la literatura al respecto. Su conclusión fue, esencialmente, que hay poca evidencia para establecer el poder causal de la baja autoestima en los problemas sociales y psicológicos, así como para sustentar la eficacia de los programas establecidos para aumentarla.
[…]Los efectos negativos de la alta autoestima
Emler llega a la conclusión de que la baja autoestima puede tener características motivacionales beneficiosas para el sujeto, mientras que la alta autoestima puede llevar a comportamientos de autosatifacción, arrogantes y vanidosos, en lugar de proporcionar beneficios específicos.
Por otra parte, ciertos estudios experimentales han comenzado a mostrar los efectos negativos de una alta autoestima. Es decir, que parecen mostrar que las personas con alta autoestima suponen una mayor amenaza para ellos mismos y para los demás que aquellos con baja autoestima.
Desde luego, hay otros estudios que contradicen estos resultados, pero la esencia del argumento es que tenemos que ser precisos en la auto-evaluación de nuestras competencias, haciéndolo con un espíritu de aceptación y realismo.
En consecuencia debemos establecer una clara diferencia entre la autoestima auténtica o genuina y la autoestima externa o falsa. La primera es interna y está bajo nuestro control, la segunda es externa y está bajo el control de los demás, lo que nos convierte en personas inseguras y volubles.
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